El milagro se olvida cuando los días se dibujan a lápiz, cuando las manchas de los rayones opacan el aire que asciende en la simpleza de un atardecer y el tiempo que pudiera ser claro se enreda el pelo tejiendo realidades mecánicas que ensucian el manantial que me dio la vida y que ya no recuerdo.
El milagro no cabe en un cuerpo cansado y confundido, ceñido por el cinturón de preguntas que solo escarban en razones cuadradas.
El milagro vive en espiral y esta en movimiento y deja de danzar cuando es cuestionado, cuando el vestido se hace visible y adquiere la necesidad de apretar y dar forma cognoscible. Cuando el milagro comienza a caber en las palabras inicia su muerte y el olvido se encarga de delinearlo a lápiz.
2 ago 2008
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