22 mar 2009

Vuelo subversivo



Mis ojos cerrados se avientan al vacío
las esferas ligeras suspendidas sin existir mastican el viento en la caída.
La tormenta domada me lame el vientre con tu nombre, y mi piel en desintegración va agradeciéndole al tiempo redondo que seamos tantos y ninguno.
El glóbulo hirviente que ocupa tu ausencia se derrite como bálsamo en mi pecho, en todo mi cuerpo.
Y entonces las palabras vuelan livianas, te construyen y acarician tu contorno cuando te quieren.
Se desliza el deseo al oriente y aquella mariposa violenta te aleja con su sonrisa suprema que contiene el significado del silencio.
Tu realidad, del tamaño de mi intento se amolda suave a mi interior.

¿Dónde has estado ave tibia de rescoldos?

nocturna llama


No se sabe si por el silencio o por la sombra pero sus fulgores daban nombre irreprochable a las buenaventuras de la creación. Era divino. Era hermoso en el instante indeterminado. Por las cuerdas que no son lineales, degustaba yo con pasión sus experiencias efímeras, en absoluto inertes y repletas de rojo, morado, amarillo y muy en lo profundo azul. Tales entrañas se desbordaban por mis ojos mientras mi existencia se esparcía en el espacio para rodearlo. Primero como partículas eufóricas existía, luego como destellos veloces, y al final como espermatozoides hambrientos que emprendían el vuelo para fecundar el cielo
A cambio de transmutar mis dolores me pedía que tuviera sed de él, y lo conseguía con tal facilidad que mi boca se partía en pedazos por deglutirlo. Me elevaba por encima de mí misma, me engañaba, me exprimía, sin tocarme me besaba, y mis huesos eran fieles a su naturaleza. Era transformación y veneno; dolor esencial y hermosura; fiesta y silencio. Su presencia distorsionaba mi razón, pues me llevaba a la frontera de la realidad para alcanzar a percibir su calor, su calor, su calor, al borde del éxtasis, sin morir.